Recordando este blog, veo que no he contado cómo organicé mis clases al final.

Como poco a poco lo que les resultaba más fácil y agradable era las matemáticas (porque lo entendían y podían hacer algo con ello y hacerlo medianamente bien), decidí utilizar los problemas de los cuadernillos rubio para obligarles a leer con el premio de un problema de matemáticas que pueden resolver.

La forma de trabajar, como con cualquier texto que he leído con ellos era: leer el problema entero deletreando cada palabra para que la puedan encontrar en el texto (les gustaba competir para ser el primero en encontrarla). Leer cada frase en oral y luego en LSE. Leer todo el texto en LSE. Representar un poco con mimo/teatro el significado del problema. Cada dos por tres en todo este proceso, recordarles que en español oral las frases se construyen de otra manera y que el orden cambia en LSE.

 "Pablo tiene tres caramelos. María le da dos caramelos. ¿Cuántos caramelos tiene Pablo?" en LSE muy literal sería "Pablo - 3 caramelos tiene. María-Pablo-2 caramelos da. Pablo, ¿cuántos caramelos tiene?".

Después de dos o tres problemas, según el día, el último ejercicio era un juego del ahorcado con palabras que recordaran de otros días o que hubieran salido hoy en los problemas. Esto siempre les gusta porque pueden competir y ver quién sale a la pizarra.

Al final, esta fue la dinámica que mejor funcionó. Por un lado, no tenía mucha lectura pero la que había les interesaba porque podían demostrar los conocimientos que sí tenían. Por otro, al hacer esto todos los días, era una forma de trabajar que conocían y con la que se podían organizar. Esto me simplificaba las explicaciones y les daba seguridad y tranquilidad porque entendían lo que estaba pasando en todo momento.

Por otro lado, y para quienes tenían más dificultades y no podían acceder al ejercicio de los problemas, yo preparaba otros ejercicios, juegos o actividades y podía sentarme con ellos el rato que estuvieran los demás resolviendo el problema. En la parte del ahorcado, todos querían participar en mayor o menor medida, así que no solía adaptar demasiados ejercicios. 

Con B un día pude ponerme a jugar con unas cartas para enseñarle más números y conseguí hacerle llegar hasta el 10. Eran unas cartas de poker que tenían del 1 al 10 (y luego las figuras, que quité). Primero le hice hacer filas con los mismos colores y diseños. Como son dos rojas y dos negras, a veces mezclaba los dibujos, pero entonces le señalaba para hacerle ver la diferencia y en seguida lo entendió. Luego, cuando teníamos la fila del 1 al 10 entera de los 4, se la quité, le dejé solo el 1 y barajé el resto. Le pedí que fuera colocando los números en orden donde correspondiera. Siempre con mi ayuda al principio, rápidamente encontró la manera de rellenar huecos mientras salían las cartas que iban en orden. En menos de dos horas, era capaz de contar del 1 al 10 y de saber qué número iba antes y cuál después estando desordenado. Llamé a su padre para enseñarle el juego y decirle que podía jugar con él en casa a eso. 

Ese día pude hacerlo porque enseñé a los demás una versión simplificada de Escoba en las cartas y les puse a jugar en otra mesa. En esta versión solo tenían que sumar 15 para llevarse las cartas, y siempre había que tener 4 en la mesa. Les gustó bastante porque podían ayudarse entre ellos y competir.


Comentarios

Entradas populares de este blog

3ª clase

8ª clase Lectura

Reflexiones 1